La mujer que no he sido
me persigue
renueva destinos, repara errores.
La mujer no habitada
desciende valerosa los más grandes abismos
sin importarle los latidos
sin perder su esencia
sin obligaciones, mandatos ni inercias.
La mujer descarnada se materializa
y enriquece su inherencia en ardientes brasas
terminando así de manifestar su contundente presencia.
La mujer descreída, la inhabitada, la inmaterial
ya no enmudece
ya suelta lastre
ya ríe y late
disfruta
se toca
se siente
se lame las viejas heridas
que cicatrizan
y se transforman en bellos surcos
que atraviesan
como en un viaje inabarcable, inasumible
el amor
y la vida.
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